Me permito un sencillo juego de palabras con una posible traducción tangencial del título de la obra de Alexandre Desplat incluída en el concierto que nos ocupa, para intitular esta reseña libre, pues fue precisamente eso lo que Emmanuel Pahud dibujó con su flauta en la memoria de los asistentes: una partitura invisible de trazos aéreos que a todos sobrevoló y envolvió.
Hemos de agradecerle en primer lugar tanto la fuerza expresiva de su ejecución como una actitud desprovista de todo amaneramiento interpretativo o teatralidad que pudiera distraernos del fluir tímbrico de las obras propuestas.
No obstante lo anterior, ¿no se insinuaba, acaso, algún conato de danza cortesana mientras hacía sonar las fantasías de Telemann? Sí, creo; y de ser así, resultó muy ajustado a lo que la atmósfera colectiva demandaba.
Telemann... Fue nuestro Virgilio ascendido a guía en el Paraíso, una especie de sonus contra sonum delicado y bucólico que nos traía recurrente al oído el dulzor de un "melos" algo extraviado en el resto.
[Quizás para algunos, sobre todo para aquellos que huyeron de la sala entre
obra y obra, Telemann fuera un paraíso en sí mismo enfrentado al purgatorio o al infierno sonoros contenidos en el resto de partituras...]
Retomando lo anterior a este ex cursus, ¿hemos de desterrar ese dulzor melódico? ¿Cabe aún entre nosotros? (Coro lejano: "Sí, quizás más que nunca"; otro coro situado en otro plano: "No, jamás volvamos a ese tipo de conducción lineal") ¿Hemos de denostar a Jesús Torres por dárnoslo a degustar?
[Recordad quienes estuvierais, imaginad quienes no, su radiante cara al sa-
ludar; "vous venez de me faire un homme très, très heureux" pareció decirle
a Pahud en el abrazo de agradecimiento tras el estreno de su obra]
Lo anterior a nuestro presente es un único tiempo superpuesto cuya escucha cronológica –según la Historia nos dice que fue– no siempre es la acertada. Los saltos entre épocas y estilos estimulan más nuestra percepción, nos obligan a permanecer más atentos y establecen azarosas conexiones en el gusto propio y entre las emanaciones creativas de personas separadas geográficas y temporalmente.
Pahud ordenó sabiamente el repertorio, haciéndonos escuchar al principio partituras capitales de la segunda mitad del siglo XX que, fruto de la pulsión estética de su tiempo, dejaron quizás de lado algunas cuestiones relativas al equilibro –o desequilibrio– de su forma. Aunque ante esta observación, ¿qué generalización cabe? La discontinuidad, el desarrollo continuo, las alusiones reexpositivas... Cada cual sabe qué buscar con su orden, qué provocar en quien escucha.
–Takemitsu, Berio; la reiteración, el momento...
Los autoelegidos –aquellos cuyos altos saberes y conciencia no han sido concedidos al resto– tal vez no disfrutaran –si estuvieron– por no ver su estética y su timbre –más puros y verdaderos– representados en la sala. Es posible que una experiencia como la vivida pudiera (de)mostrarles que, en realidad, no hay avances en punta de flecha única sino que cada persona que, dotada de amor hacia la música y de cualidades para producirla, nos da aquello con que mejor se define e identifica; sin ser por ello peor músico –o portador de un alma condenable– cuando su obra no vibra con el sabor de nuestro gusto.
–Widmann, Desplat, Varèse, Boulez (en forma de propina): oficio, exaltación, conducción; como en Torres, le charmant enfant des sortilèges...
Apostillaré únicamente una pequeña maldad en forma de pregunta: ¿en cuántas de esas obras pudimos advertir arpegios pianísticos...? Envolventes fueron, sí; vistosos también. ¿quizás excesivos en algún caso? Probablemente.
Fervor final; bacanal entusiasta de aplausos y ovaciones; casi una devoción histérica y un agradecimiento colectivo hacia un hombre serio que se transformó en el óptimo instrumento-médium de las más variadas imaginaciones sonoras ajenas.
No he hablado mucho de las obras, parece. Es cierto; creo que la música no suele admitir palabras ajustadas y objetivables que puedan acercarnos siquiera a un instante de un momento pasado que ya deshizo del aire sus entretejidas líneas. Tan sólo pretendía reflejar algunos destellos que en mi mente provocó lo allí vivido.
Madrid (España), 15 de mayo de 2023
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