I.
Fue un tiempo de umbríos recovecos. Flora de Otoño cubrió con su manto de musgo aquellas estancias anteriormente transitadas sin cuestionamientos.
(…)
Las rampas ganaron pendiente, el curso de agua se estancó en verde anaerobia y la ruina se apoderó de una piedra que, siendo ya de consistencia deleznable, fue haciéndose polvo a fuerza de derrumbes.
Así quedó la casa; como un paisaje romántico de columnas partidas englutidas por la hiedra…
II.
Los trabajos de una mente para destruirse son –vistos desde fuera– dignos del encomio que todo esfuerzo y disciplina continuados merecen.
(…)
Faltó la convicción del ímpetu; falló el impulso de la creencia.
(…)
Descuidado el templo, los ritos y ambiciones que llegó a albergar fueron disipándose hasta la muerte mínima –no absoluta– de su culto y de su religión.
III.
En las coordenadas Br-s9-III_17-24 se condensó el estallido de todas las potencias que la esperanza y la alegría podían mostrar pese a la sincronía entre el alejamiento de sus respectivos horizontes y el gesto lento de la mano tratándolas de asir.
(…)
Ese sol de cobre iluminó sin culminar su anuncio. Respiración y punición; así se enuncia el sintagma que encierra a la vida.
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