… y los pájaros seguirán cantando". Jesús Hermida murió hace unos días. Se habrán escrito ya panegíricos, columnas de duelo; derramado lágrimas sentidas y alguna que otra impostada.
Tal vez alguien se sorprenda –si es que alguien lee esto, como habría dicho él– de que dedique unas líneas a este periodista, pero no voy a hablar del personaje televisivo –histrión, a veces; caricatura, otras– que todos más o menos han glosado ya, sino de "mi" Hermida: aquél que, durante unos meses, desde la radio, me acompañó las noches del domingo al lunes en mi primer año en Madrid. Quiero recordar al Hermida íntimo, al "contador de historias" (eso decía querer ser) que me descubrió textos universales y algunas canciones populares antiguas que, desde entonces, han pasado a mi caja de escuchas secretas. Hablo del Hermida de "Sinceramente suyo"; un Hermida sutil y emocionante que hilaba historias con canciones, canciones con historias, historias de canciones con su forma de entonar; con esa prosodia que, en ocasiones, pausaba el discurso sobre las palabras menos significativas y lo compensaba con una rápida enunciación de aquéllas que daban el contenido a la frase.
He escuchado esos programas –cursis, seguramente para algunos– hasta casi poderlos recitar de memoria y me siguen acompañando cuando la ocasión así lo impulsa. Recuerdo ahora los dos últimos –"Historias de la noche"– y la genial manera en que del apagón de Nueva York nos condujo a las últimas palabras de Goethe. Pero hay tantos fragmentos memorables que es mejor reescucharlos todos que aquí recitarlos.
Fue un final abrupto el de su último programa, a mitad de abril de 2013, sin explicaciones...
Muchas veces me he imaginado transitando por el mundo sin tener que elaborar frases, sino repitiendo fragmentos de otras que hubieran sido dichas ya; en la radio, en la televisión –esta palabra en boca de Hermida sonaba siempre con un final nasal a la manera francesa–, en los libros, en conversaciones cazadas por la calle… En fin, ser yo un mero transmisor de palabras de otros porque, a diferencia de él, yo no sé hablar ni comunicar; y en esto, su programa fue –es– cómplice mío pues no han sido ni dos ni tres las conversaciones donde me he valido de fragmentos suyos para mantener la continuidad o hilar temas con humor.
Allá donde estés, en esa "Mar océana" a la que te llevan, sigue siendo sinceramente nuestro…